Quién no ha escuchado por la calle alguna voz con ímpetu de seductor, pero con percha de arrabal decir: “¡Sabrosssaaaaa!”

Los piropos, los lindos y los no tanto, no son exclusivos de nuestro país ni de nuestra época: Hace casi ocho siglos, según cuenta la historia, los honorables miembros de las cortes reales no se podían permitir a sí mismos desbordar sus pasiones; esa era una conducta del vulgo. Su alternativa, entonces, era enamorar con las palabras más seductoras y elegantes, con las cuales "declaraban con firmeza su amor en este mundo y, si no, en el otro".
Nos podemos remontar también, a los embustes de Zeus, el máximo dios del Olimpo, que tuvo que convertirse en hormiga para convencer de su amor a la pequeña Clítoris, princesa de los mirmidones. Con estos ejemplos, los cortesanos de los siglos XII y XIII se convirtieron en unos encantadores de mujeres, dentro de las restricciones propias de su mundo y su cultura, para poder enamorar y consumar su amor.
“Quisiera ser pirata, no por el oro ni la plata; sino por ese tesoro que tienes entre las patas”.
“Quién fuera mecánico para meterle mano a esa maquinita”.
“Quisiera oler a sardina para oler siempre como huele tu va…” No, no, no, ¿Qué es eso?
…o quizás el clásico “¿Qué comen los pajaritos? Masitaaaaa.” Donde el diminutivo masita sirve como una contracción de la palabra mamacita.

Estas
expresiones del mal gusto y la patanería son despreciadas debido a que toman a
las mujeres como objetos sexuales y no como seres humanos capaces de amar y sentir.
No
obstante, los piropos son muy agradables cuando su mensaje tiene una intención
halagadora y no insultante ─“Dichosos los ojos que te ven”, “Quisiera ser bizco
para verte dos veces”─, y pueden llegar a ser sumamente elaborados: “Bendita se
la tuerca del rin de la llanta del camión que trajo el cemento para hacer el
suelo donde estás parada, ¡monumento!”.
Los
piropos son parte importante de la cultura urbana popular en México, y como tal, podemos rescatar la tradición de halagar por la calle a una mujer con una linda frase bien pensada y llena de picardía; inclusive alguno que una chica me lanzó a mí.
"¿Cómo caminan las tortugas? A pasito, a pasito."
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